Toxina Botulínica y su impacto en nuestra felicidad
Las expresiones faciales reflejan nuestro estado de ánimo. Sonreímos cuando estamos felices o fruncimos el ceño cuando algo nos molesta, pero ¿conoces lo que se llama propiocepción emocional? Este título describe el efecto mediante el cual los músculos de la expresión facial pueden influir en el estado de ánimo de las personas.
Un ejemplo de esto es que al estar con el ceño fruncido nos sentimos y vemos más tensos, pero si relajamos la musculatura de la expresión facial, esto influye positivamente en nuestro estado anímico. Entonces ¿hay algo que podamos usar que ayude a relajar nuestros músculos? La respuesta es sí; el Botox®.
¿Cómo funciona el Botox®?
La Toxina Botulínica, más conocida como Botox® es un un neuromodulador inyectable que se aplica para relajar los músculos de la cara responsables de las arrugas de expresión.
Los estudios encontraron un punto en común
El libro “The Face of Emotion: How Botox Affects Our Mood and Relations” – traducido como “La Cara de la Emoción: Cómo Afecta el Botox al Estado de Ánimo y las Relaciones” – explica los distintos estudios que han detallado los alcances de esta sustancia en el tratamiento de la depresión.
Entre ellos se describe el estudio realizado por un equipo de psicólogos de la Universidad de Cardiff, liderados por el Dr. Michael Lewis seleccionaron a 25 mujeres y las dividieron en dos grupos. Uno recibió tratamiento con Botox® y el otro no y se les realizó un cuestionario para medir los niveles de ansiedad y depresión y donde se les preguntó acerca de cuán bellas se percibían ellas mismas.
Los resultados demostraron que las mujeres que habían recibido las inyecciones tenían menos síntomas de depresión a las dos semanas del tratamiento, en comparación con aquellas que no lo habían recibido. Estos resultados sugieren que los efectos emotivos no están inducidos por un refuerzo psicológico de la naturaleza cosmética del tratamiento.
Otro estudio realizado por la Universidad de Basel, dirigido por el Dr. Alex Wollmer volvió a escoger a un grupo de personas dividiéndolos en dos subgrupos, uno tratado previamente con Botox® facial y otro que no. A ambos grupos se les pidió – mientras se les realizaba una resonancia magnética funcional (RMf) – que pusieran cara de enojo.
Los análisis obtenidos con la resonancia mostraron que un 47% de los participantes con Botox presentaban una actividad en los circuitos cerebrales encargados de los procesos y respuestas emotivas mucho menores que el grupo que no había recibido las inyecciones, especialmente en las zonas de la amígdala, el hipocampo y en ciertas zonas del tallo cerebral.
¿Por qué se ven estos cambios?
La conclusión a la que llegan los estudios mencionados, sugiere en palabras simples que los sentimientos no solo se producen de adentro hacia afuera. Esto significa que aunque las personas ponen cara de felicidad porque están alegres, es también la expresión facial la que lleva a las personas a sentirse felices. Esta teoría se llama “Hipótesis de retroalimentación facial” y sugiere que las expresiones generan sentimientos, validando así el concepto de propiocepción emocional.
Esto quiere decir que cuando alguien frunce el ceño – expresión típica de ansiedad, estrés y tristeza, el cerebro recibiría más mensajes negativos, provocando una emoción similar. Es por eso que el Botox® ha demostrado ayudar en el tratamiento de la depresión, ya que inmoviliza los músculos faciales, impidiendo a las personas hacer gestos relacionados a la tristeza o angustia.
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Fuentes:
Estudio Universidad de Cardiff “The interactions between botulinum-toxin-based facial treatments and embodied emotions”
Artículo científico “Smile! It Could Make You Happier”
Journal of Psychiatric Research: “Emotional proprioception: Treatment of depression with afferent facial feedback”.
Journal of Psychiatric Practice: “Role of Botulinium Toxin in Depression”